La exhibicción de atrocidades de Castiella  y el V centenario del Bosco.

Jorge Latorre

 

Parecía dibujado en los astros que la exposición de más madurez hasta la fecha, la que consagra a Jose Castiella como un artista con estilo propio y altos vuelos, iba a coincidir con el V Aniversario de la muerte de El Bosco. A medio camino entre lo humano, lo animal y lo meramente orgánico, son monstruos que surgen de un mismo imaginario, y por eso no es necesario que Jose Castiella se haya inspirado directamente en el pintor flamenco. La actualidad de las criaturas monstruosas de Jose Castiella estaba ya en las del Bosco, pues “nos invita a mirar el lado monstruoso de la existencia, los aspectos marginales (excepciones, abismos, oscuridad) y más feroces de la misma”, por usar unas conocida frase del novelista Ricardo Menéndez Salmón hablando de la modernidad, o posmodernidad, del pintor flamenco.

Pero aunque la existencia en nuestro tiempo pueda verse así, de modo feroz, los monstruos de Castiella no son tan atroces como describe el título de la exposición, sino misteriosos e indefensos,  más producto de la imaginación que de la realidad. Y así son también los personajes fantasiosos que llenan los infiernos del Bosco, pesadillas graciosas, por mucho que se inquieten y fastidien a los pobres condenados. Incluso la figura del hombre-árbol del Jardín de las Delicias, que ocupa el centro del Infierno y ha sido asociado con el demonio, nos mira de modo más triste que amenazante.

José Castiella me cuenta que no pensaba en el Bosco cuando hacía sus monstruos, ni siquiera en ese Hombre-árbol de Atrocidades que grita en silencio, como pueden gritar sólo los árboles, y los hombres. Encerrado en un fondo que debe tanto a Velázquez como a Bacon y la era digital, exhibe sus cualidades plásticas, y nos invita perplejo a compadecerle. Pero hay en el Bosco una tradición flamenca miniaturista que tiene puntos en común con el cómic post-surrealista, que es el mundo en el que Jose Castiella se ha formado, como se ve especialmente en "Las tentaciones de St Antonio", que es la obra que conecta más con El Bosco. Sobre una perspectiva isométrica van tomando vida unas gotas o vertidos "driping" que nos recuerdan a Pollock antes de descubrir que, en cada una de ellas, se esconden seres con rostro; animados por lo que el propio material, con su movimiento, ha ido sugiriendo al pintor a la manera de la escritura automática surrealista. De nuevo estamos ante una pintura rica en referencias. 

Pero incluso aquí, en esta amalgama de influencias donde se encuentran formas tan dispares como El Bosco, Pollock y los videojuegos se puede decir que Jose Castiella está haciendo pintura-pintura, con un sello personal. Esto es, una pintura que incorpora además relieve y textura, se sale del espacio y se proyecta; se instala por así decirlo, y dialoga con otras formas mixtas de expresión y soporte. No olvidemos que José es también hijo de Duchamp, y así lo ha expresado en una de sus primeras exposiciones, Game Over, como para disculparse por hacer pintura en los tiempos artísticos que corren: “Siempre he sentido la delgada línea que separa la pintura del amateurismo retiniano tan bien definido por Marcel Duchamp cuando decía ‘Eres tonto como un pintor’. Pero personalmente, me interesa también poner en duda de una forma sutil lo que la modernidad predicaba sobre la pintura. Quizá por eso sea el medio más idóneo de hablar no sólo del mundo, sino también del mundo del arte”. 

Este hablar también del mundo del arte es un elemento conceptual que no estaba en la época de El Bosco, como tampoco había entonces tecnologías digitales; aunque el Bosco pareciera profetizarlas algunas veces en su luz particular. A medio camino entre la Edad Media y el Renacimiento, seguía siendo el de El Bosco un mundo alegórico, y el de los artistas como Jose ya no lo es (pues la alegoría se ha situado en la fotografía, el cine y la ilustración). Su punto de partida es un principio de experimentación formal y lumínica. De hecho, aunque esta serie evoque todo tipo de monstruos, no se trata de temas preconcebidos, el título viene al final. Y sólo entonces, a través de especular con la materia, cobran vida esos personajes autónomos sobre un espacio que ya no es lienzo-ventana, y ni siquiera viñeta gráfica, sino pantalla o interfaz, aunque se pueda sentir en ella todavía la textura táctil del pigmento sobre el lienzo. Realismo matérico especulativo en la era digital, podría definirse. Pero una materia pictórica –e instalación- que necesita el espacio de la galería o el museo para ser valorada en toda su intensidad, pues ninguna reproducción le hace justicia. 

 

 

Jorge Latorre es Doctor en Historia del Arte, Visiting Scholar en la Universidad de Nueva York y ponente en el curso El Bosco: 500 años, de la Fundación Amigos del Museo del Prado.